Lo que necesitas es amor
Sep 02 2014 · 1 comment · blog
Me siento como un niño de colegio el día de San Valentín. Sentada en mi pupitre sé que tengo que escribir una carta, pero no sé bien por dónde empezarla. Nerviosa, vuelvo a cerrar los ojos, sólo un momento.
No es una carta corriente, es una carta de amor y como esto de las declaraciones no es mi fuerte voy a contártelo bajito, sin que ni siquiera lo escuches: quiero contártelo para mí.
Quiero que sepas, mi vida, que a veces me cuesta decir, porque pienso que lo que digo no es importante, pero quiero agradecerte, aunque a veces no me dé cuenta, el que me hayas dado la oportunidad de equivocarme. Hago repaso y pienso que he tenido mucha suerte.
De niña
Me recuerdo perdida entre los matorrales a dos metros de la casa del campo, cuando apenas levantaba un palmo del suelo; me acuerdo de las tardes atrapando saltamontes en el patio del colegio y de la cabaña en los naranjos; de los paseos, las bicicletas y del bosque de los castaños.
En esa época yo habitaba en la copa de un árbol, cerca de las nubes, y los días felices los llevaba colgados con horquillas en el pelo.
Ahora son otras las cosas que llevo enredadas en la cabeza y los recuerdos de entonces los guardo en alguna cajita de música, que imagino antigua y llena de polvo, en el altillo de cualquier armario. Pocas veces vuelvo a abrirla.
Hoy pienso que la filosofía habita en las ruinas y que se alimenta del fracaso, porque me resulta bello y a la vez triste, como el sabor agridulce que dan las despedidas.
Este año
Este año he viajado, he cruzado el océano y he perdido un amigo del que ya no puedo despedirme. Pero no todo es tristeza, la vida tiene cosas buenas como una tormenta de verano, en la que abres la ventana para oler la lluvia. Tengo a Pingüino a mi lado y sé que vamos a hacernos fuertes y si no lo conseguimos lo seguiremos intentando.
Lo que me gusta
Me gustan las cosas sencillas y no necesito demasiado para ser feliz. Si confieso un vicio me gusta el olor de las cabezas. También el de los garajes, la pintura y los ascensores. Me gusta, después de un día entero en casa, quitarme el pijama a las once de la noche e irme a pasear. Inventarme palabras y frases y usarlas mucho.
Me gusta la microfelicidad incierta y por favor que salga el sol. Me gusta el placer de desperezarme como un gato y el final de el graduado porque es el único final posible.
Me gusta el teatro silencio, las Alicias y las Malicias, también las canciones que me hacen tumbar en el césped y no pensar en nada. Me gusta mi harinezumi aunque ya casi nunca la saco de paseo desde que tengo la réflex.
Ya no me importa que se me escapen los momentos (felices) como agua entre los dedos; alguien llenó mis manos de agujeros y quiso convertirlas en coladores. No se dio cuenta que ahora, cuando me tapo la cara, también puedo ver a través de ellas.
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Este escrito forma parte de un ejercicio de la plataforma Lift
La premisa es la siguiente:
So, today we wrote a letter firing our inner critics. I loved reading the ones some of you shared here – so great! But now we’re veering in the opposite direction. I want you to write a love letter. Yes. A sappy, happy, loving letter to something or someone you love. I don’t care if it’s for your partner, your dog, or even cigarettes. I want you to write it as if you are a soldier at war and you are worried that these words of love will be the last the person or thing you love will ever see from you. Put your heart into it. Remember, this is tomorrow’s prompt. Let it cook in your brain overnight. 🙂
Fall in love with writing.
Just 500 words every day.
#500WED
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ana
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