Vuelve a casa
Jun 26 2014 · 0 comments · blog
En un arrebato cobarde he decidido volver a casa. No ya, pero sí más o menos en un mes. En principio éste era el plan, sólo estar por los seis meses que duraba el intercambio; luego pensé que podría quedarme unos meses más, pero tengo morriña de casa, de verano y de estar cerca. Un océano es demasiada distancia.
Pingüino Rodríguez
Este de aquí arriba es Pingüino (hay toda una historia detrás de por qué lo llamamos así). Pingüino se vino conmigo a Montevideo, a pesar de que a él no le dieron el intercambio.
A la hora de tomar la decisión de irnos de aquí estaba indeciso, casi más que yo.
Depresión de Domingo
Así como los viernes y los sábados siempre nos invade la euforia, la indecisión nos ataca, casi siempre, los domingos. Es un clásico que el domingo sea el día en el que nos planteamos qué pasa en nuestra vida, qué vamos a hacer, nos quedamos, nos vamos y las dudas brotan entonces como champiñones.
Aquí él tiene trabajo pero en casa apenas hay, así que yo estaba dispuesta a quedarme por unos meses y completar el año, y buscar también algo de trabajo aquí. Pero seis meses se pasan tan rápido y a la vez tan despacio… un océano entre nosotros y nuestra vida de antes últimamente parecía demasiado. Echamos de menos el sol, hacer vida en la calle; echamos de menos a la familia, a los amigos, aunque muchos también se hayan marchado.
Así que después de meditarlo mucho durante tres o cuatro domingos y algún que otro día entre semana hemos decidido volver. También ha tenido que ver el encontrar billetes a un precio que podemos pagar, hasta ahora siempre que miraba billetes para Agosto estaban a un precio con el que puedo vivir más de tres meses.
Montevideo: lo que me gusta y lo que no
En Montevideo no hemos encontrado nuestro sitio; aunque eso no quiere decir que no haya cosas que me gustan de aquí:
- Que haya trabajo. Aunque no esté muy bien pagado, al menos si uno quiere trabajar, puede. Uruguay es un país que recibe al extranjero con los brazos abiertos para trabajar; y una vez tienes trabajo no es nada difícil conseguir la residencia definitiva; intenten lo mismo en España.
- Las personas son felices con menos. Aunque últimamente está empezando a calar aquí también un afán consumista en el que la gente compra a plazos todo, incluso unas zapatillas.
- Tener cerca el mar. Aunque a veces se me olvide que lo tengo tan cerca.
- El planetario. Hace tiempo que no vamos, pero al principio de llegar solíamos ir a las charlas sobre ciencia. También me gusta que el cielo aquí no sea el mismo: aquí tenemos a las tres Marías y la Cruz del Sur; el cielo que vemos es totalmente diferente.
- Las tipografías. Me puedo pasar horas paseando fijándome en cada tienda. Aquí muchos de los letreros de los comercios los pintan a mano. Un día vi un anuncio en la calle que decía «pintor de letras»; creo que no hay un oficio más bonito.
- Los vecinos. Sobre todo Alba; una mujer mayor que vive con su gato Bebé y que cada dos por tres nos trae comida o nos hace regalitos.
- Mateo (no se ponga celoso que Mateo es el gato y señor de esta casa). Los uruguayos suelen poner a los animales nombre de persona; Mateo es nombre de gato, de perro y de niño. Lo he comprobado estando en la calle, dos de las tres veces que escuché a alguien gritar Mateo, llamaba a su mascota, la tercera a su hijo.
Pero hay otras que me gustan menos:
- El tráfico. Conducen como locos (En lo que llevo aquí he visto unos cuatro accidentes de tráfico) y no regulan las emisiones de los gases de los vehículos, mucho menos el ruido. Al principio quería tener una bicicleta, pero vi el tráfico y se me quitaron las ganas del susto.
- Los pasos de peatones y los semáforos. Tardamos casi un mes en saber cómo funciona la cosa, básicamente se trata de dejar pasar a los coches, que te miran mal si los haces frenar y luego, si acaso, atreverte a cruzar aunque el semáforo esté en verde, sin olvidar de mirar derecha e izquierda por si acaso viene algún loco (hay muchos).
- Las aceras (cuando existen). Siempre están levantadas y yo con mi costumbre de no levantar los pies, dos de cada tres veces que camino por la calle me tropiezo.
- Lo cara que es la comida. En serio, los salarios son bajos y la comida es muy muy muy (y no me quedo corta) cara. En general todo es más caro.
- El fútbol. Si no me gustaba en España, en Uruguay, viviendo al lado del Estadio Centenario, la cosa es mucho peor. Se paraliza todo, hasta la gente deja de trabajar cuando juega la selección.
- Ahora mismo el frío. Lo sé, no hemos venido en la mejor época.
- Los amigos. No hemos encontrado mucha gente con la que hacer planes aquí; los uruguayos no hacen tanta vida en la calle, al menos no en invierno.
Sobre todo estas dos últimas razones son las que nos han hecho tomar la decisión de volver en Agosto, como pensamos al principio, a pesar de que haya otras razones para quedarnos, como que yo ya termino aquí la carrera y que Pingüino tiene trabajo. De todas formas no me veo construyendo mi vida aquí a largo plazo.