
Las mujeres de Ingmar Bergman
Jul 02 2014 · 0 comments · blog
Bergman cuenta en la linterna mágica que a él lo salvó el cine.
Su infancia no fue precisamente feliz; su padre los maltrataba, además de educarlos en la idea del pecado, la culpa y en una moral religiosa.
Sobre pérdidas y salidas
Su adolescencia fue difícil y con dieciséis años dio con la idea de suicidarse y sólo encontró una salida cuando descubrió el teatro. Durante años dirigió la compañía de teatro de la Ópera Real de Estocolmo. Allí encontró su válvula de escape, un espacio donde crear. Luego llegó el cine.
Bergman en Montevideo
Aquí en Montevideo existe un mito que afirma que Bergman fue descubierto en el Río de la Plata.
En el Festival de Punta del Este de 1952 se proyectó Juventud divino tesoro (Juegos de Verano es el título en España) y gracias a una serie de críticos que vieron la película y escribieron sobre ella, Bergman encontró distribuidor en Montevideo.
Dice mi profesor de Análisis de Films, Pablo Ferré, que:
Un tipo tan deprimente como Bergman sólo podía tener éxito en Uruguay.
Y seguramente tenga razón. Será el ánimo de la ciudad, del país, de que,como dice Juan José Millás en este precioso artículo, el clima montevideano tiene trastornos de carácter, como las mujeres de Bergman. Y todos aquí nos contagiamos un poco de eso.
Las mujeres de Bergman
Durante el rodaje de El gran combate (Cheyenne Autumn) Carroll Baker debía cruzar un río y preguntó a Ford si podía llevar el pelo suelto como las mujeres de Bergman. Ford le preguntó:
- ¿Ingrid Bergman?
-
No, Ingmar Bergman, el director sueco.
Ford se quedó pensativo y al rato le contestó:
-Ah sí, el director que dice que yo soy el mejor director del mundo.
Bergman fue un gran admirador de John Ford; fue su película El delator de 1935 la que le había animado a introducirse en el mundo del cine. Siempre dijo que su motor de creación fue la angustia. Se puede afirmar que la manera en la que trabaja John Ford los planos generales, es la manera en la que Bergman trabaja el primer plano, y sobre todo el primer plano de las actrices con las que filma.
Ingmar Bergman construye sus personajes desde una dimensión psicológica, desde el subconsciente. Sus mujeres son poliédricas, cambiantes: nada en Bergman es lo que parece. Las mujeres de Bergman son más que personajes, estados de ánimo. Y el espacio en su cine responde casi siempre a estados de la mente, de manera que la espacialidad en sus películas queda definida por la psicología del personaje que vemos.
La temática de sus películas reflexiona sobre lo humano y sobre su representación en el medio cinematográfico.
Bergman, a través de sus mujeres, habla sobre los problemas del ser humano y sobre los problemas del hombre en sociedad. También acompaña al clima argumental la fotografía, que adquiere una dimensión psicológica donde se refleja el estado de ánimo de cada uno de sus personajes.
La fotografía de Persona refleja el estado psicológico del personaje
Persona
Esta semana en clase vimos Persona; era la segunda vez que la veía y no la recordaba en absoluto como la vi.
Las películas son como los libros, cambian según el momento en que las ves, porque en parte proyectas sobre ellas tu contexto y tus expectativas . Hay partes que se te revelan con los años, y partes que no llegarás a entender nunca, pero si una película conecta contigo, la película te habrá ganado.
Por lo general las grandes películas plantean preguntas, más que ofrecer respuestas, y esto Bergman lo domina a la perfección en el film. La película funciona como un puzzle, un trampantojo donde nada es lo que parece.
Elisabeth, interpretada por Liv Ullmann, es una actriz de teatro que ha dejado de hablar y Alma, interpretada por Bibi Andersson, la enfermera que la acompaña en su reposo. Sin embargo a medida que avanza la película se produce una transferencia entre ambos personajes y los roles parecen darse la vuelta hasta el punto en el que se invierten y parece que fuera Elisabeth quien cuidara de Alma. Ambas mujeres, que parecen tan distintas, acaban por transformarse en una sola, vemos a una ocupar el lugar de la otra. Lo vemos también en cada uno de los planos, donde constantemente invaden la una el espacio de la otra, se superponen, frente con perfil.

Las mujeres de Bergman no tienen miedo de mirar a cámara. Como dice Truffaut cine es que los actores te mire a ti.
Existe una escena muy valiente en la que el director muestra el mismo diálogo, sobre la maternidad, desde el lugar de un personaje y luego desde la posición del otro. Cada una de las partes acaba por aportar la visión completa, y da margen para que reflexionemos sobre cada una de las palabras que lo componen. El diálogo, directo y cruel, funciona como memoria, y la repetición aparece ante el espectador como una herida que se abre y que, en el recuerdo, sigue doliendo. En una forma de eterno retorno, vuelven aquellas palabras que pueden hacernos daño.
Los diálogos de la película se centran en el estudio de los personajes, en cómo puede transformarnos el hecho de que nuestras ideas sobre la vida, nuestra propia identidad, no concuerden con nuestras acciones o con lo que la sociedad espera de nosotros.
Después de ver Persona en clase me zampé de golpe Gritos y susurros y también Secretos de un matrimonio. En ambas películas vuelve a aparecer Liv Ullmann, y de nuevo se repite el exhaustivo estudio que realiza el director sobre cada personaje; trabaja los rostros y los primeros planos de una forma casi dolorosa; en Bergman el rostro es el paisaje y este paisaje es la máscara que esconde esa dualidad, entre el ser y el hacer, que genera las graves contradicciones en el ser humano.